viernes, 6 de marzo de 2009

CATACLISMO

Los ojos de los muros se quebraron en mil pedazos, una de miles astillas se enfiló en mi memoria, el suelo comenzó a temblar, la lluvia bañaba maliciosamente la calle, esta se reía a carcajadas, abría su boca y dejaba entrever sus dientes pavimentados. Dos ojos lánguidos se reconocían entre el humo, se hacían guiños, se saludaban. Los hombres de barro enterraban escombros para relegar recuerdos, los ponían bajo tierra para recomenzar, entre esfuerzo y lluvia se disolvían y volvían a regenerarse. Un perro aullaba a lo lejos, mas no de tristeza, festejaba, como todos y todas, la caída de los gigantes de concreto una noche iluminada por relámpagos ardientes.
Al amanecer la gente salió a las calles, algunos seres volátiles cantaron, otros contemplaban silenciosos tal grandioso espectáculo, algunos perros corrían de un lado a otro, los árboles adulaban al sol que se asomaba por entre los escombros.
La gente aplaudió enarbolada la caída de cada uno de los rascacielos.

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