Una mujer hermosa, la más hermosa, una hermosura innarrable entre las muchas caras y cuerpos que se mezclan heterogéneamente en la feria. Una mujer hermosa entre hojas de choclo, entre deshechos, entre basura, entre alimento, entre bolsas, entre cuchillos, entre frutas, entre verduras, entre dinero, entre caseras y caseros.
Me acerco vacilante, chocando las bolsas llenas y duras entre los cuerpo, nada importa, ni las malas caras, ni los pasos acelerados , llego a su puesto, la miro a sus ojos brillantes, no de tristeza, no, la alegría se ve en su rostro, se hace notar.
- Me da dos kilos de papas -. Dije tartamudeante.
- No po, te los vendo si querí -. Dijo con una hermosa sonrisa dibujada en su juvenil rostro.
Las seleccionó velozmente y las pesó.
- Dos kilitos “caserito”.
“Caserito”, “ito”. ¿Será esto parte de su habitual discurso?
Me entrega la bolsa, siento su mano, ásperas de trabajo. En ese momento el mundo se detuvo ante mí, a lo lejos escuchaba los gritos de los feriantes ofreciendo sus productos y los murmullos apresurados de la gente. Todo se detuvo ante mis ojos. De pronto todo volvió a la normalidad, los gritos, los gritos, los gritos. Me mira y sonríe coquetamente. Me alejo, la gente ya no me deja verla. Hasta el próximo domingo.
Menú para los Domingos:
-puré de papas-
papas rellenas
-arroz con papas
-papas fritas
-papas cosidas
-ensalada de papas mayo
-Papas, papas, papas y mas papas.
Cierto extraño y peculiar domingo pagué mis dos kilos de papas de siempre, esta vez se me pasó un papel doblado en cuatro entre las monedas, una carta de amor entre las monedas pasadas por cientos y hasta miles de manos. Pero ninguna como las de aquella feriante.
domingo, 17 de agosto de 2008
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